Recordar el territorio. El páramo y su magia verde

3500 metros de altura, viento fuerte, lluvia helada, piernas cansadas y mucha felicidad. Los matices del verde cambian con el pasar de las nubes, haciendo brillar por turnos, las pieles naturales de los frailejones, los sietecueros, el musgo y los líquenes. Por momentos, nos envuelve el blanco y no vemos a más de dos metros. Nuestro guía intenta explicar “lo que se vería” si estuviera despejado y mágicamente por unos minutos, aparecen la montaña y las lagunas, apacibles. Agradecemos por ese regalo y él nos explica que desde ese punto se puede ver la cadena montañosa de los Andes hacia el llano, nos cuenta que la geología del lugar relata la historia de un antiguo glaciar que por el peso, moldeó una parte de las montañas en forma de cucharita. Y que las formas de cuchilla de las otras montañas que vemos hacia nuestra derecha, revelan que son jóvenes y que es un paisaje aún en formación. 

Aprendemos de las uvitas de páramo que se pueden comer y de las varias especies de sietecueros que han desarrollado la capacidad de cuidarse mutando de corteza cuando llega una helada. Con el cuidado que tienen quienes han recorrido esos caminos desde la infancia y que son uno con su territorio, con mucha delicadeza nuestro guía nos invita a oler la fragancia de un frailejón. Parece una banalidad, pero los frailejones sólo existen en 3 países: Venezuela, Colombia y Ecuador. Colombia tiene 96 especies de frailejones y es un mito que crezcan 1 cm anual. Su crecimiento depende de muchos factores, como la humedad, la radiación solar y por supuesto, la actividad humana. Entendemos por qué no debemos tocarlos, son frágiles y podemos transmitirles hongos. Nos explica que su forma es una adaptación eficiente para “atrapar” la mayor cantidad de luz solar posible y que los “pelitos” que tienen permiten captar el agua ambiente, para luego absorberla por su tronco y llevarla hacia la montaña. 

Los líquenes, que están en piedras, árboles y plantas, son un indicador de pureza del aire. Hay de varios colores y formas y algunos árboles se ven totalmente recubiertos por esas raras “algas-hongo” que parecen barbas. En las lagunas no hay peces, hay camaroncitos de agua que son otro indicador de pureza y potabilidad. Al borde del agua viven especies como ratones de campo y curíes, a lo alto de vez en cuando se ven las águilas reales de páramo y si uno tiene suerte, puede encontrarse con venados y osos de anteojos. 

Cuidar y proteger los páramos es importante por las razones que nos han dicho durante años ya: albergan agua por montones, millones de litros de agua pura; son hogar de varias especies endémicas tanto de animales como de plantas; son ecosistemas frágiles, cuyo equilibrio es garante de la vida en el planeta. Pero, además, hacen parte de nuestra historia prehispánica. En el caso de Cundinamarca y Boyacá, departamentos de Colombia, los páramos fueron por siglos, protegidos y venerados por los ancestros de este territorio. Los muiscas. Es poco lo que conocemos realmente de nuestra historia prehispánica y poco lo que sabemos, los ciudadanos del común, sobre esos habitantes que son nuestra raíz. Nos contaron cosas muy banales en nuestra infancia y juventud, sobre los caciques y algunas costumbres. 

Pero poco nos enseñaron sobre su cosmogonía, la lengua chibcha, la importancia de los animales y lo sagrado del agua en su cotidiano vivir. Seguramente en otros territorios de Colombia, otros habitantes y pueblos también dedicaban a los páramos un lugar especial. Por eso, además de protegerlos por su importancia ecológica, son un escenario ideal para reconstruir la memoria de éstos, nuestros territorios. Recordar, viene del latín recoderis. Re, significa de nuevo y corderis, significa corazón. Es decir, volver a pasar por el corazón. Necesitamos entonces, recordar nuestros territorios para cuidarlos también desde el corazón, desde la certeza que somos parte de ellos. Como Latin Latas, estamos convencidos que recordando, sintiéndonos parte de, buscando entender que somos una especie dentro de muchas que habitamos este planeta y este territorio, podremos ir construyendo más caminos de Paz. 

Nota: Si quieren visitar el Páramo de Chingaza, hay que reservar con Parques Nacionales Naturales. No se puede ir sin tener una reserva, sin estar acompañados de un guía certificado y sin tener una póliza de seguros. Por eso, les recomendamos que antes de ir, revisen esta página.

Nota 2: Recomendamos especialmente a nuestros amigos de Suasie en Guasca, con quienes hicimos la caminata. Su profesionalismo e información, son un valioso tesoro que nutre de conocimiento la visita. Son conocedores del territorio porque son habitantes desde generaciones. Han desarrollado una propuesta de eco-turismo comunitario, que busca impulsar las iniciativas locales. Si vas a visitar un territorio, siempre lo mejor es buscar ese tipo de empresas y propuestas: locales, ecológicas, coherentes, basadas en principios de economía solidaria y educación comunitaria.

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